Los pucelanos plantaron batalla a un gigante. Murió sí, pero no se arrodilló. El Fundación Aliados aprieta, pero no ahoga al campeón de Liga en un partido en el que las sensaciones sembradas ganaban en importancia al resultado numérico del mismo.
La Liga se despedía sin nada en juego, ni para los vallisoletanos ni para el Bidabideak Bilbao, que estrenaba su estatus de campeón liguero. El Fundación Aliados no pudo doblegar al que ha demostrado ser el mejor equipo de la categoría, pero le tuteó en muchas fases del partido; más que suficiente para viajar a Albacete, sede de la Copa del Rey con las reservas llenas de moral y vacías de complejos.
Los hombres de José Antonio de Castro no querían ser sólo un invitado más en la fiesta vasca. Es más, querían convertirse en el aguafiestas del campeón. Con ese afán, desfilaron los pucelanos por el parqué del polideportivo Txurdinaga, mostrando sus dientes y luciendo intensidad, solidez en la retaguardia y fluidez en la vanguardia. El 21-20 con el que finalizó el primer cuarto así lo reflejaba.
Maxi Ruggeri volvió a ser el faro del Fundación Aliados -con Robles como cover en el papel de director de juego-. Juntos lograron frenar la euforia vasca. Van Brunschot, desde la pintura hacía el resto. El tuteo duró hasta que el campeón enseñó el porqué de su condición. Sobrados de pólvora, el Bidaideak cargó los cañones de Jhon Hernández y Jordi Ruiz para abrir un boquete en el marcador (58-42).
Cuando la historia pisó el terreno de la épica, el argumento dio un giro de 180 grados. Los pupilos de José Antonio de Castro tiraron de orgullo y cogieron la tijera para recortar la renta vasca a sólo cuatro puntos. Faltó tiempo para redondear la machada y el luminoso se apagó con el 71-67 final, que permite al Fundación Aliados afrontar la próxima cita del calendario viendo la copa medio llena.
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