Se ha demostrado que el deporte es salud, que era indispensable para los niños y niñas de la ciudad. Y así ha sido. Con el arranque de los Juegos Escolares la felicidad de los más pequeños inunda las canchas de baloncesto de la ciudad y permite experimentar cierta normalidad, como si no hubieran pasado más de 400 días desde el último partido disputado, allá por primeros de marzo de 2020.
Nervios desde primera hora de la mañana, pocas horas de sueño y emoción por volver a competir, por volver a vestir la camiseta de tu colegio o club. Esa camiseta, por cierto, que nuestros protagonistas prepararon con mimo la noche anterior, dispuestos a enfundársela a la mañana siguiente. Porque el deporte es vida pero el baloncesto, para los pequeños que ansiaban regresar a las canchas, es algo más. Es reencontrarse con compañeros y amigos, es madrugar y caminar conlos padres hacia la pista de juego, es ver el colegio donde se juega el partido y empezar a sentir ese hormigueo por el estómago. Los Juegos Escolares son una referencia en Valladolid y, por fin, este pasado sábado hemos tenido la oportunidad de volver a vivirlos.
Muchos de los presentes en los exteriores de los colegios reconocían que «había muchas ganas de volver», que lo necesitaban «tanto los niños como nosotros». Esos padres y madres reconocían, incluso, que parecía que no había pasado un año, que era todo como antes. Será la ilusión del regreso porque, evidentemente, no es lo mismo: juegos con mascarilla, gel antes y después de abandonar la cancha, sin público en el interior de los recintos y cierta dosis de frialdad. Pero, sin duda, esto es mejor que nada y sólo queda acostumbrarse a esta normalidad deportiva, que se extenderá hasta mediados de junio y que a vuelto a llenar de balones, ruidos y silbatos las mañanas de los sábados en Valladolid. La felicidad de los más pequeños inunda las canchas. Y que dure.
Se ha demostrado que el deporte es salud, que era indispensable para los niños y niñas de la ciudad. Y así ha sido. Con el arranque de los Juegos Escolares la felicidad de los más pequeños inunda las canchas de baloncesto de la ciudad y permite experimentar cierta normalidad, como si no hubieran pasado más de 400 días desde el último partido disputado, allá por primeros de marzo de 2020.
Nervios desde primera hora de la mañana, pocas horas de sueño y emoción por volver a competir, por volver a vestir la camiseta de tu colegio o club. Esa camiseta, por cierto, que nuestros protagonistas prepararon con mimo la noche anterior, dispuestos a enfundársela a la mañana siguiente. Porque el deporte es vida pero el baloncesto, para los pequeños que ansiaban regresar a las canchas, es algo más. Es reencontrarse con compañeros y amigos, es madrugar y caminar conlos padres hacia la pista de juego, es ver el colegio donde se juega el partido y empezar a sentir ese hormigueo por el estómago. Los Juegos Escolares son una referencia en Valladolid y, por fin, este pasado sábado hemos tenido la oportunidad de volver a vivirlos.
Muchos de los presentes en los exteriores de los colegios reconocían que «había muchas ganas de volver», que lo necesitaban «tanto los niños como nosotros». Esos padres y madres reconocían, incluso, que parecía que no había pasado un año, que era todo como antes. Será la ilusión del regreso porque, evidentemente, no es lo mismo: juegos con mascarilla, gel antes y después de abandonar la cancha, sin público en el interior de los recintos y cierta dosis de frialdad. Pero, sin duda, esto es mejor que nada y sólo queda acostumbrarse a esta normalidad deportiva, que se extenderá hasta mediados de junio y que a vuelto a llenar de balones, ruidos y silbatos las mañanas de los sábados en Valladolid. La felicidad de los más pequeños inunda las canchas. Y que dure.