Esta semana os voy a hablar de cómo fue la experiencia que viví, con 16 años, cuando dejé mi casa para irme a Siglo XXI en Barcelona. Es un programa que tiene la Federación Española de Baloncesto en Barcelona para que jugadoras con proyección se formen de una manera más “profesional” con entrenamientos mañana y tarde. Aquí os cuento mi vida en Siglo XXI.
La primera llamada para irme a Siglo llegó cuando tenía 14 años pero, en ese momento, no me vi capaz de dejar mi casa, por lo que decliné la oferta. Pero, dos años después, volvieron a llamarme y esta vez acepté. Sentí que necesitaba un cambio para seguir evolucionando y, en septiembre, me mudé a la residencia Joaquim Blume, que es el complejo en donde viven, van al colegio y entrenan los deportistas de alto rendimiento.
Aún recuerdo cuando me dejaron mis padres en la residencia después de ver todas las instalaciones, ese vacío que sentí lo he seguido sintiendo durante años cada vez que me dejaban en un nuevo destino.
En Siglo XXI la mayoría de mis compañeras estaban en la selección conmigo, por lo que no tuve problemas de adaptación en ese sentido, pero con la diferencia de que me llevaban dos años de ventaja en cuanto a ser independientes y tener una vida allí, algo que para mí era nuevo, ya que yo tenía en Valladolid mis amigas del colegio, las del equipo y mi familia, por lo que cambiaba continuamente de ambiente. Pero en Barcelona dormía, iba a clase y entrenaba siempre con las mismas personas.
El ritmo de vida allí era duro. Me levantaba a las 6:40h para estar entrenando de 7h a 8:45h, dos días hacíamos pesas y los otros tres, técnica individual; entrábamos al colegio a las 9:30h y salíamos a las 14:30h. La sesión de tarde era de 16:30 a 18:30h y, a partir de ahí, tiempo de estudio hasta la cena. Teníamos fisioterapeutas, nutricionistas, psicólogos, todo lo necesario para estar bien, aunque yo nunca lo valoré, ni fui a verles, ya que era muy joven y pensaba que todo eso no servía para nada. Sólo entrenaba y no era consciente de la importancia que tiene para un deportista poder ir al psicólogo o cuidar su cuerpo.
Pero estar allí para la Alejandra de 16 años, que estaba acostumbrada a otro estilo de vida, muy unida a su familia, no fue nada fácil. Me mentalicé que tenía que pasar ese año como fuese y me recluí en mí misma, en hablar todo el tiempo con mi familia, algo que, probablemente, no me dejó disfrutar de la experiencia, sociabilizar más y hacer que el tiempo pasase más rápido, aunque a esta reflexión
llego con 32 años y 17 fuera de mi casa. Pero, en ese momento, solo era capaz de ir tachando días en el calendario.
Mi experiencia en Siglo se reduce a ese año porque, cuando llegué a casa, no tuve fuerzas para volver y decidí fichar irme a Burgos, algo que probablemente necesitaba para estar cerca de casa. Pero, si de algo me arrepiento en mi carrera deportiva, es de haber dejado la Blume, tanto a nivel deportivo, ya que las horas de entreno y el trabajo específico se empezaban a notar, como a nivel académico, por las infinitas facilidades; y seguramente también a nivel psicológico lo hubiese llevado mucho mejor.
Si a día de hoy me preguntasen si me volvería a ir, diría que sí, sin dudarlo. Salir de mi casa me cambió la vida, empecé a madurar, a valerme por mí misma, a saber lo que es entrenar con gente que no tiene que ser tu amiga sino simplemente tu compañera. También conocí a personas que me ayudaron muchísimo y sí, lo pase mal, muy mal, pero para conseguir tus metas tienes que aprender a renunciar a muchas cosas y, cuando vuelves la vista atrás, los esfuerzos merecen la pena y siempre te quedas con las cosas buenas.