La semana pasada esta imagen se volvía viral, la diferencia de salario entre Sue Bird y Lebron James era realmente significativa. Mismos años en la NBA, mismos anillos y diferente sueldo.
Vivimos un momento donde las mujeres comenzamos a ser valoradas por nuestro trabajo y no por nuestro género. Para conseguirlo debemos hacer mucho ruido, como hicieron las jugadoras de la liga profesional de fútbol o la WNBA hace unos meses, cuando lograron cambios significativos: aumentar el salario base, lograr que las mejores jugadoras puedan llegar a superar los 500.000 dólares, más del triple que en temporadas anteriores, etc. A esto se le sumaría la posibilidad de baja maternal, unida a la creación de espacios los días de partido para poder dejar a sus hijos.
Estados Unidos siempre va un paso por delante al resto del mundo pero, centrándonos en lo que ocurre en España, estamos muy lejos de todos esos beneficios.
Cada verano celebramos las múltiples medallas de la selección nacional femenina, durante una semana todos son fanáticos de nuestras chicas. Pero ese furor se evapora antes de que las jugadoras hagan las maletas, viéndose obligadas a jugar fuera de España para poder encontrar un salario equivalente a su calidad.
Muchas están empezando a volver gracias a clubs como Perfumerías Avenida, Spar Citylift Girona o Valencia Basket, y es que, los presupuestos de estos equipos unido a las ganas de volver a casa de ellas, hace que podamos disfrutarlas en nuestra liga.
Pero seguimos a años luz de los chicos, hay muy pocas jugadoras que tengas sueldos comparables a los de ellos y, si bajamos a la Liga Femenina-2, la situación es mucho peor, con salarios precarios que tienen que compaginar con trabajos. Muchas son las que tiran la toalla y deciden centrarse en sus carreras y dejar el deporte a un lado.
Rafa Nadal dijo: “lo que se tiene que conseguir es que no por ser hombres o mujeres se gane más, sino por la calidad de tu trabajo y lo que seas capaz de vender o generar”.
Creo en el empoderamiento femenino pero vivo en el mundo real y, como dijo Nadal, somos lo que producimos, soy consciente que no generamos tanto como nuestros homónimos pero también pienso que todo gira en torno a la publicidad y al marketing. Si los organismos públicos, los medios y las empresas nos dieran un poco de apoyo, la diferencia entre el masculino o el femenino se vería reducida. Ejemplo de ello es el Perfumerias Salamanca, que tiene a un Ayuntamiento comprometido, un patrocinador que lo tuvo claro desde el principio y una ciudad que decidió acompañar al equipo en este camino, convirtiéndolo en unos de los grandes de Europa.
El deporte femenino, cuando se emite por televisión y se le da publicidad funciona, no hay más que recordar el lleno del Wanda Metropolitano para ver un partido de fútbol femenino o cómo todos nosotros vibramos con Alba, Laia y compañía en los torneos internacionales de la selección española.
No buscamos que nadie nos regale nada, simplemente que se reconozca nuestro trabajo y que haya gente que se comprometa con nosotras, no por ser mujeres sino porque somos buenas en nuestro trabajo. Todo ello para que no volvamos a decir que un jugador y una jugadora tienen los mismos anillos y diferente sueldo.